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2018/06/09


9 de Junio
San Efrén El Sirio
Doctor universal, columna de la Iglesia, manantial de elocuencia,
 profeta de los sirios, 
"Arpa del Espíritu Santo"
Padre de la Iglesia
+9 de junio de 373


"Patrono de La Orden Terciaria de 
La Caballería Espiritual de la
 Virgen María Reina de las Flores  
Iglesia de los Mariavitas VMRF
Orden Terciaria de La Hermandad de La Luz
Fundada el 9 de junio de 2000
Patronazgo: Guías espirituales y Maestros espirituales
Para el don de lenguas y los que estudian idiomas"



San Efrén, ocupa un lugar privilegiado entre los Santos Padres. Un incomparable cantor de las maravillas de Dios. Sus contemporáneos de Mesopotamia así lo califican: “Doctor universal, columna de la Iglesia, manantial de elocuencia, profeta de los sirios, Arpa del Espíritu Santo”.
Prueba de ello es que muchos de sus himnos forman parte de diversas liturgias.Himno den tus Poeta de delicados sentimientos, escribió centenares de himnos para uso litúrgico y para uso popular. En los que se aprecia su vivísimo ingenio, la solidez de su doctrina y un profundo conocimiento de la Sagrada Escritura.
Los cantos populares son especialmente interesantes pues estaban destinados a que los cantase todo el pueblo, que no entendía de enrevesadas controversias teológicas: se difundían de modo fácil, rápido y agradable, con Fe.
La humildad de San Efrén era tan grande que se consideraba indigno de ser sacerdote -aunque la gente lo consideraba un gran santo, y su vida era la de un fervoroso monje o religioso-. El prefirió ser diácono.
Escribió en sirio millares de versos. Sus Himnos, 77, son bellísimos.
El tema fundamental de su obra, es cantar 
"la presencia de Cristo en todas las cosas".
Dice que, quien canta a Dios ora dos veces.




Oda para la Fiesta de la Virgen

Madre de Dios, Madre de Luz, 
Templo de la Palabra de Dios, 
Reconcilia a Dios con nosotros, 
Madre de Dios, Madre de luz. 
Tu llevaste al Inmortal, 
Y fuiste morada de la Palabra de Dios; 
Tu llevaste al Unigénito, 
Madre de luz, Madre de Dios.


Himnos De Nativitate

Respóndenos hoy a la voz de nuestras súplicas
que nuestra oración que hoy está en palabras
se cumpla en hechos.
Nuestra mente se extravía entre tantas voces
Tú que eres la Voz del Padre
¡pon paz entre las voces!
Señor que Tu Voz nos de todas las alegrías
para que podamos celebrar cada día
con flores de paz.



A María

Hijo de Dios, dame tu don admirable, haz que temple mi lira
y que consiga detallar la imagen completamente bella de la Madre bien amada
Santa de cuerpo, hermosa de alma,
pura de espíritu, sincera de inteligencia,
perfecta de sentimientos, casta, fiel,
de corazón leal.
María ha dado a los hombres un fruto lleno de dulzura. 
Ha tejido un vestido de gloria, virtud y belleza. 
La vid virginal ha dado un racimo,
cuyo suave jugo devuelve la alegría a los afligidos 
Y les da completo consuelo.

                                                   

De Serenitate

Derrama en abundancia, Señor, sobre nosotros
tu misericordia en este día
haz que podamos reconocerte
entre todo lo demás
Un silo de gracias
es Tu luz
que brilla sobre nuestra ceguera
Es como si nos trajera una gavilla
de la que fluye abundancia para nuestra hambre
Un racimo temprano 
de la copa de la salvación

Cuando se oculta la semilla en la tierra
brota de su seno
la espiga de la Vida
Cuando asoma la siembra al aire
aparece la medicina de la Vida

A doce pescadores pescó el Santo
y luego pescó con ellos a toda la creación
la red del que a todos vivifica
pesca para la Vida
y da maná a sus bocas sedientas
del interior de la fuente de la Divinidad.


Fundó una escuela de teología en Nesaybin que se distinguió por su alto grado de preparación y por el esplendor de sus alumnos. Cuando la escuela estaba en su apogeo, llegó una invasión persa y los sasánidas se apoderaron de su región natal. Efrén cruzó la frontera y fundó la escuela en Edesa dentro del Imperio romano. Aquí se convirtió en el gran defensor de la doctrina cristológica y trinitaria en la Iglesia siria de Antioquía. Escribió mucho: hizo el comentario de toda la Biblia, compuso poemas que sustituyeron a los cantos empleados en las fiestas populares de los paganos. La Iglesia Antioquía se unió a él y sus himnos fueron el inicio de la práctica del canto en la liturgia cristiana.

Es uno de los poetas más grandes en lengua siria. 

Vivía con absoluta austeridad.
Fue proclamado Doctor de la Iglesia por Benedicto XV en 1920.


                                      


ORACIÓN PARA SU MUERTE

No me embalsaméis con aromáticas especias,
porque no son honras para mí.
Tampoco uséis incienso ni perfumes;
el honor no corresponde a mí.
Quemad el incienso ante el altar santo:
A mí, dadme sólo el murmullo de las preces.
Dad vuestro incienso a Dios,
y a mí cantadme himnos.
En vez de perfumes y de especias
dadme un recuerdo en vuestras oraciones...
Mi fin ha sido decretado y no puedo quedarme.
Dadme provisiones para mi larga jornada:
vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios.
Contad hasta completar los treinta días
y entonces, hermanos haced recuerdo de mí,
ya que, en verdad, no hay más auxilio para el muerto
sino el de los sacrificios que le ofrecen los vivos.

Oración de San Efrén

Señor y dueño de mi vida, el espíritu de ocio, de indiscreción, de ambición y de locuacidad, no me lo des. Más el espíritu de castidad, de humildad, de paciencia y de amor, concédemelo a mí, tu siervo.
Sí, Señor y Rey, concédeme percibir mis propias ofensas y no juzgar a mis hermanos, porque bendito eres por los siglos de los siglos. Amén.


Letanía de San Efrén de Siria

Salve, canto de los querubines
y alabanza de los ángeles.
Salve, paz y alegría de la humanidad.
Salve, Jardín de las delicias.
Salve, Árbol de la vida.
Salve, Baluarte de los fieles.
Salve, Puerto de los naúfragos.
Salve, reclamo de Adán.
Salve, rescate de Eva.
Salve, Templo santísimo.
Salve, Trono del Señor.
Salve, Virgen, que has aplastado
la cabeza del dragón precipitado al fuego.
Salve, Refugio de los afligidos.
Salve, Rescate de la maldición.
Salve, Madre de Cristo, Hijo de Dios vivo.
A Él toda gloria, honor, adoración y alabanza,
ahora y siempre 
y en todo lugar, 
por los siglos, Amén.





San Efrén nos ha dejando una gran herencia teológica:  su notable producción puede reagruparse en cuatro categorías:  obras escritas en prosa ordinaria (sus obras polémicas o bien los comentarios bíblicos); obras en prosa poética; homilías en verso; y, por último, los himnos, sin duda la obra más amplia de san Efrén. Es un autor rico e interesante en muchos aspectos, pero sobre todo desde el punto de vista teológico.

Lo específico de su trabajo consiste en que unió teología y poesía. Al acercarnos a su doctrina, desde el inicio debemos poner de relieve que hace teología de forma poética. La poesía le permite profundizar en la reflexión teológica a través de paradojas e imágenes. Al mismo tiempo, su teología se convierte en liturgia, en música:  de hecho, era un gran compositor, un músico. Teología, reflexión sobre la fe, poesía, canto y alabanza a Dios están unidos; y precisamente por este carácter litúrgico aparece con nitidez en la teología de san Efrén la verdad divina. En su búsqueda de Dios, al hacer teología, sigue el camino de la paradoja y del símbolo. Privilegia sobre todo las imágenes contrapuestas, pues le sirven para subrayar el misterio de Dios.





«El Señor vino a ella 
para hacerse siervo. 
El Verbo vino a ella 
para callar en su seno. 
El rayo vino a ella 
para no hacer ruido. 
El pastor vino a ella, 
y nació el Cordero, 
que llora dulcemente. 
El seno de María 
ha trastocado los papeles:  
El que creó todas las cosas 
las posee, pero en la pobreza. 
El Altísimo vino a ella (María), 
pero entró humildemente. 
El esplendor vino a ella, 
pero con vestido de humildad. 
El que lo da todo 
experimentó el hambre. 
El que da de beber a todos 
sufrió la sed. 
El que todo lo reviste (de belleza) 
salió desnudo de ella» 
(Himno De Nativitate 11, 6-8).


Para expresar el misterio de Cristo, san Efrén utiliza una gran variedad de temas, de expresiones, de imágenes. En uno de sus himnos, de forma eficaz, relaciona a Adán (en el Paraíso) con Cristo (en la Eucaristía).


«Con la espada del querubín 
se cerró el camino 
del árbol de la vida. 
Pero para los pueblos, 
el Señor de este árbol 
se ha entregado 
él mismo como alimento, 
como oblación (eucarística). 
Los árboles del Edén 
fueron dados 
al primer Adán 
para su alimento. 
Por nosotros el jardinero 
del Jardín, en persona, 
se hizo alimento 
para nuestras almas. 
De hecho, todos salimos 
del Paraíso junto con Adán, 
que lo dejó a sus espaldas. 
Ahora que abajo (en la cruz) 
ha sido retirada la espada, 
por la lanza podemos regresar» 
(Himno 49, 9-11).

Para hablar de la Eucaristía, san Efrén utiliza dos imágenes:  las brasas o el carbón ardiente, y la perla. El tema de las brasas está tomado del profeta Isaías (cf. Is 6, 6). Es la imagen del serafín, que toma las brasas con las tenazas y roza simplemente los labios del profeta para purificarlos; el cristiano, por el contrario, toca y consume las brasas, es decir, a Cristo mismo: 

«En tu pan se esconde el Espíritu, 
que no puede ser consumido; 
en tu vino está el fuego, 
que no se puede beber. 
El Espíritu en tu pan, 
el fuego en tu vino:  
he aquí la maravilla 
que acogen nuestros labios. 
El serafín no podía 
acercar sus dedos a las brasas, 
que sólo pudieron rozar 
los labios de Isaías; 
ni los dedos las tocaron, 
ni los labios las ingirieron; 
pero a nosotros 
el Señor nos ha concedido 
ambas cosas. 
El fuego descendió 
con ira para destruir a los pecadores, 
pero el fuego de la gracia desciende 
sobre el pan y en él permanece. 
En vez del fuego 
que destruyó al hombre, 
hemos comido el fuego en el pan 
y hemos sido salvados» 
(Himno De Fide 10, 8-10).




He aquí un último ejemplo de los himnos de san Efrén, donde habla de la perla como símbolo de la riqueza y de la belleza de la fe: 

«La puse (la perla), 
hermanos míos, 
en la palma de mi mano 
a fin de contemplarla. 
La observé por todos los lados:  
tenía el mismo aspecto 
por todas partes. 
Así es la búsqueda 
del Hijo, inescrutable, 
pues toda ella es luz. 
En su limpidez vi al
Límpido,
al que no se opaca; 
en su pureza, 
vi un gran símbolo:  
el cuerpo de nuestro Señor, 
inmaculado. 
En su indivisibilidad vi la Verdad, 
que es indivisible» 
(Himno Sobre la Perla 1, 2-3).

La figura de san Efrén sigue siendo plenamente actual para la vida de las diversas Iglesias cristianas. Lo descubrimos en primer lugar como teólogo, que, a partir de la sagrada Escritura, reflexiona poéticamente en el misterio de la redención del hombre realizada por Cristo, Verbo de Dios encarnado. Hace una reflexión teológica expresada con imágenes y símbolos tomados de la naturaleza, de la vida cotidiana y de la Biblia. San Efrén confiere a la poesía y a los himnos para la Liturgia un carácter didáctico y catequético; se trata de himnos teológicos y, al mismo tiempo, aptos para ser recitados o para el canto litúrgico. San Efrén se sirve de estos himnos para difundir la doctrina de la Iglesia con ocasión de las fiestas litúrgicas. Con el paso del tiempo se han convertido en un instrumento catequético sumamente eficaz para la comunidad cristiana.

Es importante la reflexión de san Efrén sobre el tema de Dios creador:  en la creación no hay nada aislado, y el mundo, al igual que la sagrada Escritura, es una Biblia de Dios. Al utilizar de modo erróneo su libertad, el hombre trastoca el orden del cosmos. Para san Efrén es importante el papel de la mujer. Siempre habla de ella con sensibilidad y respeto:  la habitación de Jesús en el seno de María elevó al máximo la dignidad de la mujer. 

Para San Efrén, como no hay Redención sin Jesús, tampoco hay Encarnación sin María. 

Las dimensiones divina y humana del misterio de nuestra redención se encuentran en los escritos de san Efrén; de manera poética y con imágenes tomadas fundamentalmente de las Escrituras, anticipa el fondo teológico y en cierto sentido el mismo lenguaje de las grandes definiciones cristológicas de los Concilios del siglo V.

San Efrén, honrado por la tradición cristiana con el título de "cítara del Espíritu Santo", fue diácono de su Iglesia durante toda la vida. Fue una opción decisiva y emblemática:  fue diácono, es decir, servidor, tanto en el ministerio litúrgico, como, de modo más radical, en el amor a Cristo, cantado por él de manera inigualable, y, por último, en la caridad con los hermanos, a quienes introdujo con maestría excepcional en el conocimiento de la Revelación divina.