23 de Febrero
San Policarpo de Esmirna
obispo y mártir
Siglo II
"Protector contra las enfermedades del oído"
Policarpo tuvo la dicha de conocer y abrazar la fe de Nuestro Señor Jesucristo en su niñez, y fue instruido por los mismos Apóstoles, y en particular por San Juan Evangelista, que lo nombró después Obispo de Esmirna, cuidad de Asia Menor.
Se cree que de él es quien habla Nuestro Señor Jesucristo en el segundo capitulo del Apocalipsis, cuando dijo al Ángel, esto es al Obispo de Esmirna: "Yo sé que padeces, y que eres muy pobre; con todo eso era muy rico, porque eres objeto de la murmuración de aquellos que se llaman Judíos, y no los son, porque componen la sinagoga de Satanás; No temas por lo que tengas que padecer. Sé fiel hasta la muerte, que yo te daré la corona de vida."
Cuando ya lo llevan a sacrificar, el magistrado le exhortó a que renunciara a Nuestro Señor Jesucristo." Cómo, contesta el valiente anciano Policarpo, quiere que maldiga a Jesucristo? Ochenta y seis años hace que le sirvo y ningún daño he recibido de Él. ¿Cómo puedo maldecir a mi Rey que es quien me ha dado la vida y me ha liberado de todos mis enemigos? Si te empeñas en hacerme jurar por el César y finges ignorar quién soy, óyelo con toda claridad: Yo soy cristiano". Aquéllos hombres, embravecidos y hambrientos de sangre de cristianos, piden fieras contra aquel venerable anciano. El procónsul prefiere fuego, una gran hoguera... Quieren atarle para arrojarle a las llamas. El pide que no lo aten diciendo: "Aquél que me ha dado la voluntad de sufrir, me dará la fuerza". Antes de expirar, con gran asombro de todos los presentes exclama con valentía: ""Señor Dios, Todopoderoso, os doy gracias porque es un gran honor para mí poder acercar mis labios al cáliz que bebió Jesucristo, tu Hijo".
Acabada su oración, encendieron el fuego; pero por un maravilloso milagro, en lugar de consumir las llamas al Santo Mártir, lo rodearon formando como una bóveda o un pabellón, y su cuerpo exhalaba un olor parecido al de los perfumes más delicados. Irritados más todavía los judíos y los paganos por este milagro, lo partieron con una espada. De la herida había salido tanta sangre, que apagó el fuego. De esta manera terminó San Policarpo su vida y su sacrificio. Si quisiéramos resumir la vida de este hombre, de este gran obispo, habría que hacerlo en una sola palabra: Amor. Amó y supo enseñar el amor único y verdadero y todo el pueblo le llama "su maestro".