Nació en Roma o en el norte de África, en la época de las invasiones bárbaras al Imperio Romano,en el año 410.
Su discípulo Eugipio cuenta que San Severino nació en una noble familia romana, y que durante su juventud vivió muchos años como ermitaño en el desierto.
Cuando San Severino se enteró de la muerte del bárbaro Atila, el huno, se sintió llamado a servir a la Iglesia en la restauración de lo que los invasores habían arrasado.
Con este fin se dirigió al centro de Europa, estableciéndose entre las provincias romanas de Nórico y de Panonia, que equivalen aproximadamente al sur de Baviera y de Bohemia, Eslovaquia y Hungría.
Esa región era la que sufría de forma más severa la penetración de los nómadas invasores. No obstante, las prédicas de San Severino fueron muy efectivas para disminuir la belicosidad de los bárbaros.
La labor evangelizadora de San Severino fructificó sobre todo en el río Danubio, entre Passau, Alemania, y Viena, en Austria. Varios caudillos bárbaros llegaron a sentir un gran respeto por él.
Aparte de fundar varios monasterios y encargar que proveyeran a la gente más pobre, en sus labores de intermediario San Severino de Nórico rescató a numerosos prisioneros, salvando así muchas vidas.
Luego de profetizar la desaparición de Nórico, falleció en Flavianis, la actual Mautern, cerca de Krems, en Austria.
Tras su muerte, sus vestigios fueron conducidos a Castrum Lucullanum, la actual Nápoles, en Italia; actualmente reposan cerca de esa ciudad, en Frattamaggiore.