Nació en Hungría (aprox. año 316).Se muda con sus padres a Italia. Hijo de un veterano del ejército, a los 15 años ya era militar. A los 18 años cabalgando envuelto en su amplio manto de guardia imperial, encontró a un pobre que tiritaba de frío, con gesto generoso cortó su manto y le dio la mitad. Por la noche, en sueños, vio a Jesús envuelto en la mitad que le había dado al pobre, y oyó que le decía: "Martín, hoy me cubriste con tu manto". Recibe el bautismo y se presenta a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: "Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión". El general quiso darle varios premios pero él le dijo: "Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales".
Tras un período de eremita, funda dos monasterios. Un día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar. Revolucionó la diócesis durante sus 27 años de vida episcopal con su amor hacia los pobres y necesitados. Se le considera el primer santo no mártir con fiesta litúrgica. Cuando le preguntaban qué profesiones había ejercido respondía: "fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma". Un día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole que era un cobarde por haberse retirado del ejército. Él le contestó: "Con la espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales".
Con varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en ese tiempo se acostumbraba torturar a los prisioneros para que declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no permitía la tortura.
Se le pide por el corte con todo aquello que es superfluo, alimento de la debilidad y de la pasividad que no permite el crecimiento en Dios. El corte que pone límite a la constante filtración del mal en nuestro psiquismo y en nuestra vida cotidiana, evitando caer en la inmovilidad destructiva. Pedimos también creer en la solidaridad para con los otros, pues nadie es menos.Y a todos se debe extender la misericordia que proviene de Dios, la que todos debemos aprender también a ejercer.