27 de octubre
San Vicente de Ávila,
Santa Sabina y Santa Cristeta
mártires
s. IV
Brillaba en Talavera un joven llamado Vicente, cristiano, tan ejemplar y tan modesto, que servía de edificación la justificación de su conducta hasta a los mismos paganos. Preso por esta causa, lo presentaron a Daciano, que, viendo su compostura y su gallarda disposición, fingiendo, una falsa compasión, intentó pervertirle con halagos y caricias.
Le preguntó qué secta profesaba; y sin turbarse Vicente, respondió con valentía de espíritu que la religión de Jesucristo, por cuyo nombre se llamaba cristiano. Dijo Daciano:-¿adoras por Dios a un hombre que por sus delitos crucificaron los judíos? -Calla -repitió entonces el Santo- no vituperes a quien debías venerar si no estuvieras endemoniado. -Pues ¿Quién es el Dios que hizo esas maravillas -replicó el tirano- sino Júpiter?
-Júpiter fue un hombre inútil, cuyas torpes maldades publican vuestros mismos libros; pero mi Dios es santo e inmaculado, uno en esencia y trino en persona, quien, por su infinito poder y suma bondad, hizo las obras admirables que en el Cielo y en la Tierra vemos y sabemos, las cuales por todas partes testifican su divinidad. Encendido Daciano en un furor dijo: -Es cosa indigna para mi cuestionar con un joven bisoño; y puesto que no obedeces a mis mandatos, no oiré tus razones. Lo que de tu Dios puedes hablarme, ya lo tengo oído de otros fanáticos tan ciegos, tan perdidos y tan destemplados como tú-. Dijo a sus ministros: -Apartad de mi vista y retirad de mi presencia a ese mancebo sacrílego, y notificadle que, o sacrifique a Júpiter, o sea condenado en el mismo lugar que lo resista a una muerte infame, acompañado de crueles tormentos.
Pero apenas puso el santo joven los pies en la piedra del ara de aquel falso Dios, cuando, convirtiéndose su dureza en una blandura, quedaron en ella impresas sus plantas como en blanda cera; de cuyo prodigio pasmados los ministros gentiles, reconociendo que ninguno de sus dioses obraba maravillas semejantes, confesaron que era verdadero el Dios que adoraba Vicente; por lo que, suspendiendo la ejecución, con deseo de librarlo de la muerte, dijeron a Daciano que pedía el joven 3 días para deliberar en el asunto; y se los concedió. Puesto el Santo en aquella prisión, concurrieron a visitarle muchos fieles y paganos, de los que convirtió a muchos a la fe de Jesucristo. Pasaron también a verle sus hermanas Sabina y Cristeta, y le hicieron presente el desamparo en que quedaban, a fin de inclinarle a que huyese de la cárcel. Vicente ante los ruegos de sus hermanas, ayudado por los guardias de la cárcel, se ausentó una noche con ellas, tan aceleradamente, que aunque Daciano mandó tras él sus ministros, no pudieron alcanzarlos hasta la ciudad de Ávila, donde los prendieron; y sacándoles fuera de las puertas de la ciudad, extendiendo á cada uno horribles tormentos. Era el año 306, sufrieron martirio los hermanos Vicente(de Ávila), Sabina y Cristeta por negarse a firmar un documento, en el que debían reconocer haber ofrecido sacrificios a los dioses romanos. Sus cuerpos fueron depositados en un hueco de la roca, sobre la que más tarde se edificaría la actual basílica.