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2019/08/10



10 de agosto
San Lorenzo
mártir
+ 258


"Patrono de los bibliotecarios, archivistas, estudiantes, cocineros, panaderos, 
cerveceros, taberneros, lavanderas, planchadoras, bomberos, viñadores"
"contra incendios, quemaduras, enfermedades oculares, lumbago, ciática, 
enfermedades de la piel, la peste, la fiebre"
"Patrono de España, de Huesca, de Roma, de Nüremberg"


Nació según la tradición en la Hispania Tarraconensis, en la villa de Huesca, en la actual España.
De la vida de San Lorenzo se sabe sobre los hechos alrededor de su muerte .


En 257 fue electo papa San Sixto II, un bondadoso pontífice que lo nombró el primero entre los siete diáconos de Roma, y por lo tanto responsable de atender a los pobres y del cuidado de los bienes de la Iglesia.
Cuando el emperador romano Valeriano inició una persecución contra los cristianos en 258, al primero que aprehendió fue al papa. Al ser trasladado a prisión para ser decapitado se encontró en el camino con San Lorenzo, que le preguntó: “¿Adónde vas, padre querido, sin tu hijo?” y San Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás".
El iracundo Valeriano lo mandó entonces llamar, pues como diácono San Lorenzo cuidaba los tesoros de la Iglesia, que Valeriano pretendía reclamar para sí, y le dio un plazo de tres días para que se presentara con dichos tesoros.
Pasado el plazo, San Lorenzo regresó con el emperador, acompañado por una multitud de pobres, leprosos, lisiados y enfermos, y le dijo: “He aquí, emperador, los verdaderos tesoros de la Iglesia.”
Enfurecido, Valeriano lo condenó a morir lentamente: asado a las brazas en una parrilla. Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísismo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Se cuenta que a la mitad del suplicio gritó a sus verdugos: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden comer". Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.