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2018/08/28


San Moisés el Etíope
monje mártir de Scete
Siglos III-IV


"Patrono de la no violencia"

Es conocido también como San Moisés el Moro o San Moisés el Negro. Existieron tres santos monjes del mismo nombre: Moisés de Scete, Moisés de Calamo y Moisés el Etíope.
Moisés, vivió en Scete entre los años 390 al 400 y gozaba de gran fama. 
Según la “Historia Lausiaca”, su vida era “poco edificante":
“Moisés intentaba por todos los medios matar al pastor y habiéndose enterado de que este estaba en la otra orilla del Nilo, se puso la ropa sobre la cabeza y cogió la espada con los dientes para atravesar el río a nado y llegar hasta él. El pastor lo vio venir y se escondió en una cueva y Moisés, no pudiendo hacer lo que pretendía, mató a cuatro de sus mejores carneros, los ató con una cuerda e intentó de nuevo atravesar el Nilo llevándoselos detrás de sí. Una vez alcanzada la orilla, llegó a una aldea, los despellejó y después de haberse comido toda la carne que pudo y haber vendido las pieles para comprar vino, se fue a donde estaba su pandilla, a unas cincuenta millas de distancia”
Pero en un momento de su vida, decidió visitar el monasterio de Scete donde estaba de abad San Macario el Grande. Allí, fue tocado por la gracia, se arrepintió de sus crímenes y decidió quedarse con ellos dedicándose a llevar una vida de penitencia y de ascetismo. Fue tonsurado como monje y fue ordenado sacerdote por el obispo de Alejandría y después, deseando vivir en una mayor soledad, se retiró al desierto de Petra. Pero como las tentaciones le asaltaban violentamente, se volvió a Scete a visitar a San Isidoro, que lo alentó y le permitió reanudar sus esfuerzos de búsqueda de la perfección pero ejercitando más la virtud de la humildad.
Murió a los setenta y cinco años de edad teniendo junto a él a setenta y ocho discípulos.
Sabiendo que unos bandidos iban a atacar el monasterio, dijo a los monjes que no rechazaran a los asaltantes, que evitaran cualquier violencia y que se escondieran en un lugar seguro. Mientras, él se quedó con siete discípulos suyos, encontrando la muerte a manos de quienes actuaban como él lo había hecho antes de su conversión. Los otros monjes que lo acompañaban también murieron martirizados. La tradición dice que él mismo manifestó que tenían que cumplirse las Escrituras que dicen que: “Quién a hierro mata, a hierro muere” (Mateo, 26, 52).
Uno de los siete discípulos, se escondió detrás de una especie de estera, pero, retomó el coraje cuando vio a un ángel que le esperaba con una corona en las manos. 
En los martirologios medievales de Occidente, San Moisés es un completo desconocido. Sin embargo, se lo recuerda el día 28 de agosto. Se le considera como el santo patrono de la “no violencia”. Sus reliquias se encuentran, junto con las de San Isidoro, en el monasterio al-Baramous.
San Moisés el Negro es muy venerado en Egipto ya que tiene fama de taumaturgo. Se cuentan muchos milagros realizados por su intercesión en pleno siglo XX. 
En el mes de septiembre de 1996, Abdel Habib Jadallah fue avisado de que su hijo Sameh de catorce años, compitiendo con otros chiquillos de su edad, se había subido a una palmera de unos quince metros de altura de la que cayó fracturándose la base del cráneo. Fue llevado al hospital Bani Mazar y los médicos comprobaron la fractura y una hemorragia craneal, aparte de otras lesiones menos graves. Aunque estaba en coma, los médicos Ibrahim Hanna Fahim y Essam Fahmy decidieron trasladarlo a El Cairo. Su padre se encomendó a San Moisés y, a pesar de que conocía a todos los sacerdotes de la zona, vio que se le acercó un sacerdote desconocido, de gran estatura. Le dijo que rezara por su hijo que estaba en el hospital al mismo tiempo en el que el sacerdote le dio una palmadita en el hombro diciéndole que no tuviera miedo. Todos los presentes vieron la escena, pero aun así, uno de los presentes fue a buscar un pañuelo que había tocado las reliquias de San Moisés y lo colocó encima de Sameh. A los veinte minutos, el joven salió del coma y bajo el asombro de los médicos, pudo ser tratado, recuperándose completamente, quedando sin secuela alguna.
(Extracto texto de Antonio Barrero)