¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Y he aquí que tú estabas dentro de mí
y yo fuera, y por fuera te buscaba.
Y deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.
Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo.
Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no serían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti;
gusté de ti, y siento hambre y sed,
me tocaste, y ábraseme en tu paz.
San Agustín, Confesiones, X, XXVII