El Profeta Job constituye el modelo de la aceptación a la voluntad de Dios, paciencia, valor y moral, para todos aquellos que quieran iniciarse en la vida religiosa.
El Profeta Job era de Absítida ciudad cercana a Damasco. Hijo de Zareth y de Bosoras nació alrededor del años 1925 a.C. y fue profeta por 40 años, Dios lo bendijo como persona y como cabeza de familia, dándole siete hijos y tres hijas y con algunos bienes materiales.
Todas estas bendiciones dadas por Dios, las fue perdiendo lentamente todas.
Job, cansado de tanta desgracia, abandonado por su familia y sus amigos, después de haber perdido sus bienes, exclamó:
“Desnudo salí del vientre de mi madre. Sin nada volveré al sepulcro. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Hágase su voluntad".
Enfermó de lepra y fue echado de la ciudad, colocándole Dios una prueba más, pero nunca dejo de glorificarle y mostrar su enorme paciencia.
No teniendo con quien hablar, el Justo Job conversaba con Dios, sin elevar jamás una queja por sus sufrimientos. Job sabía que el Señor misericordioso jamás quiere el mal para ninguna de sus criaturas, y que es verdaderamente “amigo de los hombres”.
Una vez que terminaron las pruebas a las que Dios permitió que fuera sometido, el Señor le concedió el doble de todo lo que había perdido. Le concedió una larga vida, murió a los 248 años rodeado de nietos y de biznietos.
El santo Profeta Job es un modelo de paciencia para todos nosotros, de resignación ante las contrariedades y adversidades de la vida y del altísimo valor de confiar nuestros sufrimientos en manos de Dios.
El Profeta Job era de Absítida ciudad cercana a Damasco. Hijo de Zareth y de Bosoras nació alrededor del años 1925 a.C. y fue profeta por 40 años, Dios lo bendijo como persona y como cabeza de familia, dándole siete hijos y tres hijas y con algunos bienes materiales.
Todas estas bendiciones dadas por Dios, las fue perdiendo lentamente todas.
Job, cansado de tanta desgracia, abandonado por su familia y sus amigos, después de haber perdido sus bienes, exclamó:
“Desnudo salí del vientre de mi madre. Sin nada volveré al sepulcro. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Hágase su voluntad".
Enfermó de lepra y fue echado de la ciudad, colocándole Dios una prueba más, pero nunca dejo de glorificarle y mostrar su enorme paciencia.
No teniendo con quien hablar, el Justo Job conversaba con Dios, sin elevar jamás una queja por sus sufrimientos. Job sabía que el Señor misericordioso jamás quiere el mal para ninguna de sus criaturas, y que es verdaderamente “amigo de los hombres”.
Una vez que terminaron las pruebas a las que Dios permitió que fuera sometido, el Señor le concedió el doble de todo lo que había perdido. Le concedió una larga vida, murió a los 248 años rodeado de nietos y de biznietos.
El santo Profeta Job es un modelo de paciencia para todos nosotros, de resignación ante las contrariedades y adversidades de la vida y del altísimo valor de confiar nuestros sufrimientos en manos de Dios.