Miqueas era un campesino que vivió sobre los años 758 a. de Cristo en una pequeña aldea llamada “Moreset Gat” situada a 35 Kms al suroeste de Jerusalén. Nacieron sus oráculos durante los reales gobiernos de Joatan, Acaz y Ezequías. Fue contemporáneo de los profetas Isaias y de Oseas, Joel y Amos.
Cuenta San Jerónimo en el siglo IV que visitando Jerusalén se podía venerar en la aldea de “Moreset” el sepulcro del profeta.
Miqueas y otros campesinos visitan Jerusalén y quedan asustados de los daños, devastaciones e invasiones a causa de las expansiones y correrías de los Asirios antes de la catástrofe y desastre final: la cautividad de los dos reinos Norte y Sur.
Miqueas hace un análisis de la penosa situación del pueblo de Dios: monarcas, poderosos, sacerdotes y falsos profetas; injusticias de los ricos, complicidad de los jueces, el engaño de los profetas, la falsa piedad y culto vacío de los sacerdotes, la idolatría de los monarcas.
Les anuncia y amenaza con un castigo proporcionado a la desastrosa y calamitosa situación.
El Señor va a manifestar su justicia contra los pecados, la mala vida y las infidelidades de su pueblo con un castigo devastador contra las capitales e Samaría-Norte y de Jerusalén-Sur.
El profeta también deja una puerta abierta a la esperanza y el castigo será una llamada a la conversión y a la penitencia.
Predice el destierro y la cautividad por parte del asirio Senaquerib y del caldeo Nabucodonosor e intuye también el decreto futuro de libertad de Ciro dejando retornar al pueblo judío a Sión, a Jerusalén, a la tierra de la promesa de la dinastía de David; les indica el lugar exacto donde nacerá el Mesías-Rey: “Y tú, Betlehm o Efrata, ciudad pequeña, pero de ti saldrá el dominador de Israel, el cual fue engendrado en el principio, desde los días de la eternidad…”.
Esta es la cita de la respuesta que dieron los rabinos o doctores de los judíos al rey Herodes por las preguntas de los Reyes Magos en el nacimiento de Jesús.
Betlehm de Judá, centro y lugar universal del encuentro del pueblo con su Dios y con su Palabra, punto de unión entre el cielo y la tierra, lazo amniótico y umbilical entre lo humano y lo divino.
La profecía de Miqueas intercambio y ráfagas de amenazas duras y crudas con las tiernas, finas y dulces promesas y el anuncio de la salvación, de la restauración, de la infinita misericordia de Dios, del perdón, de la paz y de la eterna fidelidad con el pueblo de su alianza.