Juan nació el 24 de octubre de 1386 en Capistrano, provincia del Aquila, Abruzo, hijo de un varón alemán y madre abruzesa. Estudiante en Perusa se laureó y llegó a ser óptimo jurista, tanto que Ladislao de Durazzo lo hizo gobernador de aquella ciudad. Caído prisionero de los Malatesta, sufrió una crisis religiosa y en 1416 ingresó entre los Hermanos Menores. En la cárcel había meditado sobre la vanidad del mundo, como ya lo había hecho el joven Francisco. Ya no quiso volver a la vida mundana y al salir de la cárcel ingresó en la Orden Franciscana, donde San Bernardino de Siena propugnaba, en el nombre de Jesús, la reforma para el retorno a la primitiva observancia de la Regla.
Llegó a ser íntimo amigo del santo reformador, es más, lo defendió abierta y vigorosamente cuando, a causa de la devoción al nombre de Jesús, el santo sienés fue acusado de herejía. También él tomó como emblema el monograma del nombre de Jesús, como San Bernardino, y lo llevó en sus duras batallas contra las herejías y los infieles. El Papa lo nombró inquisidor de los fraticelos; lo envió como legado suyo a Austria, Baviera y Polonia, donde se extendía cada vez más la herejía de los husitas. En Tierra Santa promovió la unión de los armenios con Roma. Varias veces fue Vicario general de la observancia; en 1430 propuso las constituciones martinianas, llamadas así por el nombre del papa Martín V, que son una vía intermedia entre el laxismo y el rigorismo, esperando de este modo conservar la unidad de la familia franciscana, pero inútilmente.
Dondequiera que había que animar, guiar y combatir, San Juan de Capistrano alzaba su bandera con el radiante estandarte del nombre de Jesús o una pesada cruz de madera, y se lanzaba a la refriega con teutónica firmeza e itálico ardor. Su actividad principal consistió en la predicación y en el apostolado en defensa de la cristiandad amenazada por los turcos y herejes. Viajó incansablemente por toda Europa, tuvo contactos con varias personalidades tanto en Italia como en el exterior. En 1451 en Palestina visitó los lugares santificados por la vida de Jesús, de los Apóstoles y de María.
Tenía 70 años cuando en 1456 se encontró en la batalla de Belgrado invadida por los turcos. Entrando entre las tropas combatientes, donde era más incierta la suerte de las armas, incitaba a los cristianos a tener la fe en el nombre de Jesús. gritaba: "Sea avanzando que retrocediendo, golpeando o siendo golpeados, invoquen el nombre de Jesús. Sólo en él está la salvación y la victoria". Durante 11 días con sus noches estuvo sin abandonar el campo. Disciplinaba militarmente sus tropas de terciarios y cruzados. Esta había de ser su última batalla y su última fulgurante victoria. Tres meses después, el 23 de octubre de 1456 moría en Vilak [Ilok, Croacia], cerca de la moderna Stremoka Mitrovica, la famosa Siormia romana, que en el siglo IV fue la sede de diversos concilios. Entregó a sus fieles la cruz y el emblema del nombre de Jesús que le había servido hasta el extremo de sus fuerzas.
Llegó a ser íntimo amigo del santo reformador, es más, lo defendió abierta y vigorosamente cuando, a causa de la devoción al nombre de Jesús, el santo sienés fue acusado de herejía. También él tomó como emblema el monograma del nombre de Jesús, como San Bernardino, y lo llevó en sus duras batallas contra las herejías y los infieles. El Papa lo nombró inquisidor de los fraticelos; lo envió como legado suyo a Austria, Baviera y Polonia, donde se extendía cada vez más la herejía de los husitas. En Tierra Santa promovió la unión de los armenios con Roma. Varias veces fue Vicario general de la observancia; en 1430 propuso las constituciones martinianas, llamadas así por el nombre del papa Martín V, que son una vía intermedia entre el laxismo y el rigorismo, esperando de este modo conservar la unidad de la familia franciscana, pero inútilmente.
Dondequiera que había que animar, guiar y combatir, San Juan de Capistrano alzaba su bandera con el radiante estandarte del nombre de Jesús o una pesada cruz de madera, y se lanzaba a la refriega con teutónica firmeza e itálico ardor. Su actividad principal consistió en la predicación y en el apostolado en defensa de la cristiandad amenazada por los turcos y herejes. Viajó incansablemente por toda Europa, tuvo contactos con varias personalidades tanto en Italia como en el exterior. En 1451 en Palestina visitó los lugares santificados por la vida de Jesús, de los Apóstoles y de María.
Tenía 70 años cuando en 1456 se encontró en la batalla de Belgrado invadida por los turcos. Entrando entre las tropas combatientes, donde era más incierta la suerte de las armas, incitaba a los cristianos a tener la fe en el nombre de Jesús. gritaba: "Sea avanzando que retrocediendo, golpeando o siendo golpeados, invoquen el nombre de Jesús. Sólo en él está la salvación y la victoria". Durante 11 días con sus noches estuvo sin abandonar el campo. Disciplinaba militarmente sus tropas de terciarios y cruzados. Esta había de ser su última batalla y su última fulgurante victoria. Tres meses después, el 23 de octubre de 1456 moría en Vilak [Ilok, Croacia], cerca de la moderna Stremoka Mitrovica, la famosa Siormia romana, que en el siglo IV fue la sede de diversos concilios. Entregó a sus fieles la cruz y el emblema del nombre de Jesús que le había servido hasta el extremo de sus fuerzas.