Durante el reinado de Constantino, primer emperador romano que autorizó y profesó la fe cristiana; la madre de éste, Elena de Constantinopla, fue a Palestina y se empeñó en la empresa de hallar los lugares especialmente significativos para los cristianos. De gran ayuda le fue el hecho de que, en la destrucción del 135 d.C., los romanos hubieran edificado muchos santuarios paganos encima de muchos de estos sitios. Hacia el 326 Elena hizo demoler el templo de Venus que se encontraba en el Monte Calvario.De la acción de Elena, surge toda una saga de la Vera Cruz o de la Santa Cruz, es decir: la Cruz en la que habría sido ejecutado Jesús. En el cristianismo tradicional se la considera reliquia de primer orden. La leyenda añade que Elena hizo excavar bajo el demolido templo de Venus hasta que le llegaron noticias de que se había hallado la Vera Cruz durante un viaje a Jerusalén realizado con objeto de encontrar el perdido Santo Sepulcro.
El Obispo Macario de Jerusalén levanta (exalta) la Vera Cruz, mientras Elena y
Constantino contemplan la escena.
Así –habiendo ubicado, muy cercanos entre sí-, los emplazamientos que Elena creía relativos a la Crucifixión y al Sepulcro, edificó sobre ellos la Basílica de la Anástasis (Resurrección), o del Santo Sepulcro, consagrada en 335.
La fecha del 14 de Septiembre parece corresponder a la posterior época del Emperador Heraclio, y se ha convertido en oportunidad para celebrar la Cruz –al haberse guardado en ese templo la reliquia de la Vera Cruz--, como símbolo de triunfo y signo de la victoria de Cristo sobre la muerte, en una atmósfera festiva que resultaría inapropiada en Viernes Santo. Es un memorial de la Promesa de Cristo:
“Cuando Yo fuere levantado, atraeré a todos hacia mí…” (San Juan 12: 32).