Nació en Tagaste, en Numidia, la actual Souk Ahras, en Argelia, cuando el norte de África formaba parte todavía del Imperio Romano,en el año 332.
Con una honda vocación de joven por el estudio de las Sagradas Escrituras, Santa Mónica fue la madre de San Agustín de Hipona, el magno filósofo de la cristiandad, de quien también fue primordial influencia para su conversión.
Santa Mónica contrajo matrimonio con un hombre llamado Patricio, funcionario público. Él era de carácter iracundo, además de jugador y proclive a las infidelidades. Sin embargo, ella esquivaba todas las discusiones contraponiendo a la agresión el buen humor.Justo antes de morir Patricio en 371, ella consiguió convencerlo de abrazar la fe cristiana. No obstante, quien le causó las preocupaciones más severas fue su hijo, pues aunque poseía una inteligencia extraordinaria, tenía también un carácter rebelde y contestatario.
Al hijo Agustín sus padres lo habían enviado a Cartago (en la actual ciudad de Túnez), para que estudiara filosofía y elocuencia. Él tenía 17 años cuando falleció su padre; y de pronto a Santa Mónica comenzaron a llegarle reportes de la pésima conducta de su hijo.
San Agustín se dedicó a llevar en su juventud una vida disipada, al grado de abrazar la herejía del maniqueísmo. A los 29 años partió rumbo a Italia, pero Santa Mónica, preocupada por las tendencias licenciosas de su hijo, decidió ir tras de él.
En Mediolanum (Milán) conoció Santa Mónica a San Ambrosio, uno de los más célebres predicadores de su época. El encuentro no sólo le trajo paz a ella, sino que también captó totalmente la atención de Agustín, preparándole el camino para su conversión.Al parecer, presenciar la conversión y el bautizo de su hijo se había convertido en el único motor de la vida de Santa Mónica. En efecto, al estar madre e hijo aguardando en el puerto de Ostia un barco que los llevara de vuelta a casa, ella contrajo una fiebre fulminante que pronto le quitó la vida,era el año 387.