Antes de ser llamado por Jesús para convertirse en uno de sus doce apóstoles, Santo Tomás era con certeza pescador. A pesar de que son pocos los datos que se tienen sobre su vida, es uno de los apóstoles de los que más conocemos, gracias sobre todo al Evangelio de San Juan.
Este texto menciona a Santo Tomás arengando a los otros a seguir a Jesús: “Vayamos también nosotros a morir con Él.”Sin embargo, el hecho por el que tal vez se recuerda más a este apóstol es por no haber creído a los demás discípulos cuando le anunciaron la Resurrección: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.”
Poco después se le apareció Jesús redivivo, quien efectivamente le mostró la señal de los clavos y le hizo meterle la mano en la herida de su costado. Luego sentenció: “Porque me has visto, has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.”
“Tomás”, cuyo equivalente en griego es “Didymus”.
La tradición cuenta que cuando los Apóstoles se dispersaron tras la muerte del Maestro, a Santo Tomás le correspondió viajar al Oriente, en concreto a India, a predicar. Tras largos años como misionero, habría muerto bajo martirio alrededor del año 72, atravesado por lanzas, en Calamina, o sea Mailapur, que actualmente es el barrio de Mayilapuram de la ciudad de Madrás, o Chennai, al sur de ese país.
Aunque no existen documentos históricos que así lo corroboren, cuando los europeos (portugueses) llegaron a la India unos quince siglos después, encontraron que ya existía ahí desde tiempo inmemorial una nutrida comunidad cristiana, la cual se había desarrollado aislada, sin nexos con Roma, y que habría nacido a partir de las prédicas de Santo Tomás Apóstol.