Como su propio nombre lo indica, San Procopio el Decapolita era de la zona de Decápolis, región situada junto a la Gran Galilea. En su juventud abrazó la vida monacal. San Procopio se mostró como un gran defensor de las imágenes sagradas en el período de la iconoclasia, en tiempos del emperador León Isáurico; por este motivo, fue arrestado y salvajemente torturado. Tras la muerte del emperador León tuvo lugar la rehabilitación del culto de las imágenes en la Iglesia, y San Procopio volvió a la vida eremítica, alcanzando una avanzada edad. Pasó a la Morada Eterna en el siglo IX.