Este Pontífice se ha hecho famoso por Las Catacumbas de San Calixto, en Roma, que él organizó. Dicen que era un esclavo que un tiempo estuvo condenado a trabajos forzados en las minas. Recobrada la libertad se dedicó a estudiar la religión de Cristo y a enseñarla a sus vecinos. Nuestro santo ayunaba días y semanas y hasta 40 días seguidos. Cuando los perseguidores lo llevaron preso por proclamar su fe en Jesucristo, lo echaron a un oscuro calabozo, esperando que se desesperaría por hambre. Pero después de unos días lo encontraron muy tranquilo.
Le preguntaron cómo lograba mantenerse sereno sin comer ni beber y les dijo: "Acostumbré a mi cuerpo a pasar días y semanas sin comer ni beber, y esto por amor a mi amigo Jesucristo, así que ya soy capaz de resistir sin desesperarme".
En la cárcel consiguió con sus oraciones la sanación de la esposa del carcelero cuando ya la pobre mujer estaba agonizando. En acción de gracias, el carcelero y toda su familia se hicieron bautizar por él. Entonces el jefe pagano de Roma ordenó que lo echaran en un pozo profundo y que cubrieran la boca del pozo con tierra y escombros,desde donde su alma voló al cielo a recibir el premio prometido por Cristo Jesús a los que lo proclaman en la tierra.
Dos verdades tradicionales le bastaban como faros para guiarle en aquel laberinto de doctrina. «No conozco—decía—más que a un solo Dios, Jesucristo, y fuera de Él ningún otro que haya muerto o haya sufrido.» Y añadía: «No es el Padre el que murió, sino el Hijo.»