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2016/07/27

Santa Natalia
Mártir musulmana
825


Natalis, natale es la palabra latina de la que procede nativitas, que se transformará en "Natividad" y "Navidad"; procede de nascor, nascere, natus, que significa nacer. "Natal" es el adjetivo con que nos
referimos a todo aquello que tiene que ver con el nacimiento, considerado tan importante en todas las culturas, que en todas se celebra con gran alegría no sólo el hecho de haber nacido, sino además cada año el recuerdo de esa fecha. En nuestra cultura queda concentrada en la Navidad la celebración colectiva de la gran inyección de vitalidad, de ilusión, de generosidad, de esperanza, que representa cada nuevo nacimiento. Por eso Natalia suena a Navidad y a todo lo que ésta lleva consigo. Es un nombre tierno y gozoso. Siendo de hechura occidental, se usa bastante más en países más orientales, como ocurre con Cristian, aunque el progresivo hermanamiento de todas las culturas ha hecho descender este nombre hacia occidente.

Santa Natalia (o Sabigotho) de Córdoba nació en esta ciudad alrededor del 825, en plena dominación musulmana. Reinaba entonces el emir Abderramán II, que creyendo que con ello amansaría el carácter levantisco de los cristianos, desató contra éstos una persecución que enconó aún más el problema que quiso resolver. En efecto, acabó imponiéndose la provocación religiosa contra los musulmanes, a sabiendas de que ésta acababa siempre en martirio. Fue el caso de Natalia, que nació de padres mahometanos. Pero muerto el padre siendo aún muy pequeña la niña, casó la madre en segundas nupcias con un cristiano, que logró convertirla. Natalia fue educada, pues, cristianamente y casada con Aurelio, también cristiano pero en la clandestinidad, para evitar las persecuciones. Pero habiendo asistido al martirio de Juan, creyeron ambos esposos que tenían que ser más valientes y practicar su religión en público para animar a los demás cristianos, evitando así que se pasaran al islamismo, la religión oficial en aquel momento y lugar. Pronto les tocó a ellos el turno del martirio. Fueron prendidos por los ministros del gobernador y conducidos a prisión. Allí intentaron por todos los medios jueces y verdugos, que renegasen de su fe. Pero ni las promesas ni las torturas pudieron con ellos, por lo que finalmente fueron degollados el 27 de julio del 852. Sus cuerpos fueron sepultados y venerados por los cristianos; pero estando muy poco seguros en Córdoba, Carlos el Calvo se ocupó de trasladar seis años más tarde (852) a San Germán (París) el cuerpo de san Aurelio y la cabeza de santa Natalia.