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2014/12/18

18 de Diciembre
Nuestra Señora de la Esperanza


Es precisamente en España donde comienza a celebrarse con asiduidad y fervor a partir del siglo VII. En el mes de diciembre del año 656, durante el reinado de Recesvinto. tuvo lugar la celebración del X Concilio de Toledo. Los obispos allí reunidos eran bien conscientes de la
importancia de recordar a María como protagonista imprescindible en el misterio de la Encarnación del Señor. Y eran conscientes también de las dificultades que el tiempo de primavera, en el que se celebra la Anunciación a María y la Encarnación del Señor, oponía a la celebración adecuada de esa fiesta. Así que, con buen sentido, en el primero de sus siete cánones decidían colocar una fiesta especial en las vísperas esperanzadas de la Natividad del Señor:
«Porque en el día en que el ángel comunicó a la Virgen la concepción del Verbo, no se puede celebrar este misterio dignamente, a causa de las tristezas de la Cuaresma o las alegrías pascuales, que con frecuencia coinciden con él, declaramos y mandamos que el octavo día antes del nacimiento del Señor se consagre con toda solemnidad al honor de su Madre. De esta manera. así como la Natividad del Hijo se celebra durante ocho días seguidos, del mismo modo podrá tener también una octava la festividad sagrada de María.
Aquella iniciativa se debía en gran parte al celo de Eugenio, el santo y sabio arzobispo de Toledo. tan buen teólogo como delicado poeta. Sería aquél uno de los últimos actos de su pontificado. Pero el mismo amor a esta fiesta profesaban San Fructuoso, que acababa de ser elegido como obispo de Braga, y, sobre todo, San Ildefonso, el inmediato sucesor de Eugenio en la sede toledana. A él, que tanto escribió sobre María, se debe el texto de la misa —Erigamus quaeso— en honor de la Virgen, que había de celebrarse el 18 de diciembre.
Idéntica estima profesaba el pueblo cristiano a esta «fiesta de Santa María".
Como escribió fray Justo Pérez de Urbel a propósito de esta fiesta, "la Expectación de María se hace nuestra propia expectación. Nos preparamos al gran acontecimiento de la historia universal, y entramos de lleno en el espíritu de estos días, que la liturgia llama del Adviento: época de esperanza ansiosa, caminar sublime hacia el reino de la luz. Ninguna peregrinación tan emocionante, ninguna odisea tan extraordinaria y azarosa, ningún camino tan lleno de aventuras y maravillas».