Santa Ebba La Mayor
Abadesa y Mártir
"Señora de los Imposibles"
Hermana de Oswy, el muy católico
rey de Nortumbria, la sajona Ebba debía ser desposada con el rey de los
escoceses, según un plan trazado por Oswy, quien así pretendía contar con un
aliado de confianza contra los paganos de Mercia.
Sin embargo, Ebba rechazó con tenacidad todas las proposiciones y, de manos de san Finan de Lindisfarne, recibió el velo de esposa de Cristo. Resignado, Oswy le regaló tierras a orillas del río Dervent, donde Ebba hizo construir el monasterio de Ebchester y, más tarde, el monasterio mixto de Coldingham.
Entre 683 y 869. Durante treinta años la princesa estuvo al
frente de sus monjes y monjas, pero no siempre consiguió mantener el espíritu
de celo y disciplina de la orden. Mujer de excepcional inteligencia, desde un
punto de vista práctico era una abadesa muy ineficiente, tanto por razones de
edad avanzada como por su tiempo dedicado a la oración. En cierta oportunidad,
un piadoso sacerdote irlandés le hizo caer en la cuenta de las graves
irregularidades que tenían lugar en las celdas del monasterio y, entre
lágrimas, profetizó: "Todo lo grande y hermoso que se ha desarrollado en
este lugar, pronto se convertirá en cenizas".
Ebba protestó, pero el irlandés
le confió que por la noche se le había aparecido un desconocido que tuvo a bien
informarle que al inspeccionar los dormitorios y las camas no había hallado a
nadie orando o aplicado al estudio, sino a holgazanes, frívolos, glotones y
sexópatas que únicamente pensaban en maldades. Por esa razón el monasterio
sería destruido y sus moradores castigados.
La abadesa se tomó la
amonestación muy en serio e intentó cuanto estuvo a su mano para restablecer el
orden y la disciplina. Sin embargo, luego de su muerte un gran incendio redujo
a cenizas el monasterio y mató a todos sus ocupantes, prueba de la gravedad de
los pecados que ahí se cometían.
El incendio provocó la
desaparición de todas las pruebas posibles de su culto primitivo y tampoco se sabe por qué
habría sido canonizada, a no ser que se la confunda con otra abadesa llamada
Ebba que también dirigió un convento en Coldingham.
Cuando los brutales piratas
daneses asolaban las costas de Bretaña, acercándose a la abadía, esta otra Ebba
reunió a sus monjas. Les expuso la violencia de los bárbaros con tan
conmovedoras palabras que en defensa de su virginidad todas se cortaron la
nariz y el labio superior. Fue así que cuando los daneses irrumpieron en el
monasterio huyeron despavoridos ante la visión de esas mujeres mutiladas de
modo tan horrendo, pero luego recapacitaron, decidieron librar al mundo de
semejantes monstruos y, tras volver sobre sus pasos, incendiaron la abadía.
Santa Ebba y todas las monjas perecieron en las llamas, vírgenes.
Sus reliquias, encontradas en el
siglo XI, se dividieron entre Durham y Coldingham y en consecuencia, aun sin
saberse por qué, se la venera a lo largo de toda la frontera entre Escocia e
Inglaterra.